sábado, 18 de julio de 2009

Nota de lectura “PURO CHILE, Suciedad democrática” por Gregorio Angelcos, Omar Cid y Alfredo Lavergne

por: Jorge Etcheverry
Doctor en literatura, traductor

Este libro de crónicas, impreso en Chile en noviembre de 2008, con el patrocinio del Centro de Estudios Francisco Bilbao, se pasea de manera informal y porqué no decirlo interesada por los vericuetos de la vida social, económica, política, cultural e institucional del país. Interesada porque estos cronistas están muy lejos de ser neutrales, o incluso quizás objetivos. Menos objetiva todavía fue mi lectura de estas crónicas que se superponen a mi imagen de Chile, formada de noticias, visitas ocasionales, conocimiento de segunda mano y testimonio de terceros.
Pero esa distancia quizás tenga una cierta productividad, menor eso sí que la de los textos periodísticos de este libro, emitidos desde fuera de la corriente principal. La única manera de mirar o examinar una sociedad se da desde el margen. Eso es casi un cliché de la crítica literaria llamada ‘modernista’ y que definiría clásicamente a la novelística en sus variadas formas desde Balzac y Pérez Galdós hasta José Donoso. Y en estas diversas crónicas que intentan describir y explicar al Chile contemporáneo hay un punto de vista crítico, distanciado, marginal pero participativo en la trama del vivir. La marginalidad relativa frente a instituciones y colectividades les da ese distanciamiento necesario para ver con cierta perspectiva el ‘estado de cosas’, esa mezcla de objetos, procesos, sociedad y gente que percibimos en un momento dado. La crónica es un punto de cruce entre el periodismo informativo y la literatura de ficción. Es una práctica híbrida, entre el ensayo, el reportaje, la narración y la poesía. Es un vehículo muy apropiado para comentar la realidad chilena, quizás irremediablemente multifacética, pero que adolece del impulso hacia la homogenización que acompaña el ingreso del país a la economía global como el jugador más importante a nivel regional.
Los temas tratados reaparecen una y otra vez en anécdotas distintas. Entre los que abarca Gregorio Angelcos destaca la contradicción entre la necesidad de seguridad pública, exacerbada por la presencia del crimen en los medios, y la imposición del control y la represión, que se pueden ejercer sobre la misma población que pide seguridad. Podemos notar su percepción de los espacios contiguos y heterogéneos que constituyen Santiago, la pérdida de la privacidad, el negocio de la seguridad, que hacen ingresar a la ciudad a la órbita de las megaciudades globales. De alguna manera desfilan por estos artículos diferentes aspectos del modo de vida del Chile de la globalización, “un modelo que niega en su esencia ciega e integrista, el respeto del otro, anula la solidaridad, y destruye las relaciones de cooperación entre iguales”. El mundo moderno llega por la pantalla chica, la moda se adopta con un fervor propio del mundo colonizado, como ese de Humberto Peñaloza, el personaje de Donoso encandilado por el brillo de la aristocracia. El país parece ahora deslumbrado por la vida y milagros de la Metrópoli que entre quienes vivimos en el Norte es en realidad la chatura y tedio del mall comercial. Los medios de comunicación de masas ya no informan sino vehiculizan ese mundo alternativo. Desde la perspectiva mía de chilensis‘dinosaurio’ que más encima vive afuera, en un país que forma parte del club de los países anglosajones desarrollados, veo en los textos periodísticos de Angelcos el detalle y la ‘vividura’, como diría Unamuno, de esa sociedad global capitalista que se superpone a la realidad de base chilena que muchas veces no calza. Se ven por ejemplo los partidos familiares —conservadores y liberales en Canadá, republicanos y demócratas de EEUU—, que con diferencias mínimas se alternan en la administración y disfrute de un sistema con dinámica propia, ahora en proceso de implantarse en Chile: “la política se desarrolla como una abstracción, donde el debate conceptual no es la preocupación por la presencia de estas crisis, sino, un pretexto para la inculpación mutua entre actores que luchan por reproducirse en el poder”. Junto a la despolitización, la ira y la violencia potencial de las masas, aparece la dependencia del crédito, relativamente nueva, para satisfacer necesidades incluso básicas, la inalcanzabilidad económica de los anhelos que de algún modo el crédito pasa a satisfacer, dotados de un atractivo de que carecen en el mundo desarrollado anglosajón donde esos bienes muestran su realidad rutinaria de objetos de consumo sin aura mitológica. El nuevo sistema trae consigo la acentuación de la ética del trabajo, del ahorro, de las virtudes de la moderación e incluso del ascetismo. Aparece el tema de la dicotomía de la sociedad de consumo, que universaliza y estandariza, versus el arraigo en lo tradicional y pasado que de algún modo particulariza y personaliza. Así este autor dice en “el arte de desvestirse” que estamos condicionados a “conservar una imagen esbelta, para responder a los parámetros estéticos de una sociedad que nos manipula desde sus espacios publicitarios, condicionando la voluntad de generaciones que carecen de sensibilidad para apreciar, una noche de bohemia, acompañado de un pernil con papas cocidas, un buen pipeño y un poco de conocimientos para sostener una conversación” y que “la comunidad está dividida entre los que están en este cuadro de alienación y los que todavía resisten y levantan banderas por un modelo cultural más humano y verdadero”.
Por su parte, Omar Cid inicia su sección con una nota sobre “Los grandes chilenos del Siglo XX”. Allí dice “Las piedras, por insignificantes que parezcan hoy, ante la tecnología de la muerte, juegan y han jugado un papel digno, en la historia de muchos pueblos”. Exalta el derecho a la rebelión, su importancia política y simbólica. Aunque las barricadas ya no cambian la historia, reaparecen en estos artículos. En la calle, tan importante en las ciudades, junto al agua potable y las alcantarillas. Esta rebeldía es la respuesta de las multitudes urbanas y una expresión de las tremendas presiones ejercidas sobre su supervivencia. A esto se suman las respuestas de personeros y políticos frente a ese tipo de unidad efímera de las masas “porque finalmente a la hora de encontrarse en la calle, se genera un factor de unidad y solidaridad, que se echa de menos en otros ámbitos de la vida nacional” La imposición homogeneizadora de la globalización provoca la “disección del cuerpo social, la intervención desmedida del mercado en todos los asuntos, tanto públicos como privados, el omnímodo poder empresarial”
¿Hay alternativas de reconocimiento cultural étnico, autóctono, de las mujeres, los nuevos inmigrantes, los estudiantes etc.? ¿O los imperativos del modelo económico van a crear otra versión de la polarización existente en el mundo desarrollado, entre la ‘corriente principal’ y la creciente gama de marginalidades? Más allá de su glosario reivindicativo y desarrollista, ¿está consciente la izquierda tradicional de la relación de dependencia que ha determinado la historia incluso cultural de Chile hasta nuestros días, pese a que sus elites nunca han tematizado este fenómeno? El cuerpo es de alguna manera un campo de batalla, detrás de la moral se suele esconder el integrismo religioso, ya que “¿Qué razones se esconden detrás de esta avanzada moral que tiene como objetivo el cuerpo femenino? Una posible respuesta sería el integrismo religioso de un sector de la elite nacional, uniendo incluso a sectores progresistas en lo social pero conservadores cuando se trata de los comportamientos genitales.”
Se rastrea y presenta una definición ‘canuta’ de la ética del trabajo y el ahorro de raigambre protestante anglosajona: "la elite económica chilena se define a sí misma en función de una serie de virtudes e ideales que son considerados fuente de distinción y superioridad. Estos son la habilidad de dominar los instintos con el propósito de conseguir ciertos fines, o la formación del carácter; en segundo lugar, la estabilidad y coherencia del discurso moral; tercero, la distancia o indiferencia frente a los bienes materiales y su uso para el bien común y, finalmente, una alta estima de la familia como el espacio donde la persona realiza su potencial". Respecto a una salida, existe el coraje de decir que “La utopía desarmada duró lo que tenía que durar, es responsabilidad nuestra asimilar los aciertos y errores de la estrategia de los partidos de arraigo obrero”. O afirmar que “La crítica más exacerbada y dañina, proviene de los sectores de la ultra-izquierda, que con su actitud de provocación extra-argumental, en vez de ofrecer salidas enturbian más las cosas”. Uno podría preguntar a qué corresponde la ultraizquierda en este Chile con espectro político corrido hacia la derecha. Se menciona “el factor delincuencia y narcotráfico”, que parece ser un efecto de la entrada de los países a la globalización.
En el caso de Alfredo Lavergne, poeta que estuvo exilado en el Québec por más de dos décadas y que sin ningún empacho reconoce el título de ‘retornado’, los textos son una selección de unas Actas Literarias, crónicas que Lavergne presenta y publica una vez al mes. Son entonces, una recreación de la realidad por medio de relatos sociales, crónicas testimoniales o ‘prosa descomprometida’, como él mismo la llama. Sin embargo, eso de ‘descomprometida’ no nos queda muy claro. Un recurso narrativo a que el autor recurre con frecuencia es la de un mini sketch, como cuando el vecino de viaje pegado a la ventana del Lan-Chile llama a la azafata y le pide un “Cuba Libre”, que llama “Ron Cola”, lo que revela sin más la ideología y posición del compañero ocasional de vuelo. Son viñetas que revelan las contradicciones y alternativas, así el personaje unificador subyacente dice en el aeropuerto “Como si los chilenos estuvieran exentos de una posible respuesta de la resistencia iraquí o como si la ultra izquierda chilena hubiera sido devorada por su codo caníbal”. Son escenas o cuadros atravesados por personajes en germen, básicamente voces que emiten las partes de una pluralidad fragmentaria de discursos que representarían a Chile “vamos a Las Lanzas. Tu hermana y algunos amigos nos esperan para beber unas “chelas”. Cervezas, dicen los retornados y algunos cometas que pasan por Chile”. Así se despliega la crítica del estado de cosas, en este contrapunto entre el narrador-personaje onda Ulises volviendo a Itaca y la sociología fantástica, o fantasmagoría de los grupos, con que se va encontrando este cronista sólo a medias serio, o más bien serio más allá de la seriedad hasta la risa del escepticismo, crítica que incluye a la cultura y a sus administradores, cosa que no será nueva para muchos. Uno de sus personajes pregunta, quizás haciéndose el tonto “¿No tienen los poetas apoyo del organismo de solidaridad económica para creadores, FONDART?” y sigue “Homero aseguró a la mesa, que existía mucho “pituteo” y una “banda de socios”. Así, los diversos hilos que componen la realidad chilena, desde los elementos ontológicos y del paisaje, el proceso económico, las opciones políticas, el nivel de vida y los hábitos de trabajo, queja y diversión de los chilenos se entrecruzan en estas crónicas ‘literarias’ adquiriendo la falsa veracidad de la expresión casual, dialógica o conversacional, en una especie de fresco que se puede resumir o expresar en este párrafo, casi una prosa poética: “La cordillera dejó el deshielo y abrió todos sus pasos. Hay menos ruido en la comuna de Ñuñoa, porque los loritos cuidan en secreto sus nidos, que en la copa de los pinos balancea este cálido diciembre. Los santiaguinos vestidos de manga corta esperan que pase el bus del Transantiago menos cargado. Los estudiantes se retiran de la mesa de negociación que produjo la larga huelga que pretendía una educación menos clasista. Las calles castigan a los viejos pobres disfrazados de colorados señores pascueros, los chilenos se visten de fin de año y no son pocos los daños que ocurrieron”. Este recurso a cuasi personajes que encarnan opiniones a veces encontradas es una herramienta literaria que da carne y hueso a estas ideas y modos de ser. Por debajo de estos hilos, miradas y voces encontradas hay una mirada fría pero a la vez apasionada, inventariando y juzgando, quizás comparando esa realidad a medias situada entre el Chile de antaño y el globalizado. Pero al mismo tiempo cotejando esta realidad con la experiencia en el exilio en el norte, en fin retomando el carácter marginal de la mirada del cronista, inmerso en un ámbito que respecto a lo que le concierne como escritor, pareciera afianzar desde su institucionalidad a los grupos de influencia y de poder, pero que también secreta esa marginalidad que alguna vez aseguró el florecimiento de la rica poesía chilena.
Puro Chile. Suciedad Democrática: Fue presentado en noviembre del año 2008, en la Feria del Libro de Santiago, ante una alta concurrencia y se encuentra a disposición de los lectores. previo encargo al correo del blog.

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